Palacio de El Deán
Fachada principal del Palacio. Fotografía: sitio web de la Mansión del Deán. |
Dirección: calle Marquesa de Solanda y Abdón Calderón (El Deán Bajo)
Sector: Conocoto, valle de Los Chillos
Año de construcción: s. XIX
Arquitecto: desconocido
Estilo: neoclásico
Premios: ninguno
Uso actual: centro de recepciones y eventos (privado)
Historia
La centenaria historia de esta propiedad inicia probablemente en el siglo XVI, cuando se repartieron la mayoría de estancias en los sectores aledaños del Corregimiento de Quito. Sin embargo, se desconoce los propietarios exactos de los terrenos que hoy ocupan el Palacio de El Deán, pero debieron ser adquiridos por los Sánchez de Orellana en algún punto entre finales del siglo XVII e inicios del XVIII, que es cuando se sabe que llegaron a la ciudad de Quito desde el sur de la Real Audiencia.
Los primeros datos fiables arrojan que el 22 de enero de 1735 Felipe V facultó al quitense Pedro Sánchez de Orellana y Góngora, segundo marqués de Solanda, para fundar un Mayorazgo con el consentimiento de su esposa Francisca Rosalía de Rada y Alvarado. La pareja tomó diferentes haciendas avaluadas en 110.000 pesos iniciales, a las que después se sumaron otras propiedades para un total de 220.000 pesos de la época. Las propiedades vinculadas a éste Mayorazgo eran:
- Hacienda y obraje Turubamba, por 40.000 pesos.
- Hacienda San José Chisinche en Machachi, por 60.000 pesos.
- Varias casas en la ciudad de Quito, por 10.000 pesos.
- Hacienda con potreros y molino, por 23.000 pesos.
- Hacienda Conocoto, por 17.550 pesos.
- Casas y cuadras de alfalfares en Chillogallo, por 3.450 pesos.
- Alhajas y menajes de casa, por 30.000 pesos.
- Deudas por cobrar, por 36.000 pesos.
El resto de sus bienes, que ascendían a 118.500 pesos, se destinaban a ser repartidos entre los demás herederos, con exclusión del mayor, que entraría al goce del Mayorazgo a la muerte del fundador; hecho que ocurrió pocos años después del 3 de septiembre de 1753, cuando dictó una memoria testamentaria en Quito.
La originalmente llamada Hacienda Conocoto pasó entonces a manos del tercer marqués de Solanda, Fernando Félix Sánchez de Orellana y Rada, quien fuera presidente de la Real Audiencia de Quito entre 1745 y 1753. Poco después de entregar el cargo, el Marqués decidió abrazar los hábitos eclesiásticos, y debido a su servicio en favor de la corona española, el rey Fernando VI le escribió al obispo de Quito, Joannes Nieto Polo del Águila, para que nombrara a Sánchez de Orellana como Deán de la Catedral de la capital audiencial. Fue precisamente el nuevo cargo eclesiástico de su propietario, el que llevaría a los vecinos a darle el nombre popular "de el Deán" a la hacienda que había heredado como parte del Mayorazgo fundado por su padre.
Cuando el Deán murió en 1784, el título y las propiedades del Mayorazgo, incluida la hacienda que nos compete en este artículo, pasó a manos de su hermano Diego, que falleció sin descendencia en 1791. La heredera natural sería entonces la única hermana viva, de nombre Mariana, y que estaba casada con el conde de Selva Florida, pero que tampoco tuvo descendencia legítima hasta su propia muerte en 1803.
Cuando el Deán murió en 1784, el título y las propiedades del Mayorazgo, incluida la hacienda que nos compete en este artículo, pasó a manos de su hermano Diego, que falleció sin descendencia en 1791. La heredera natural sería entonces la única hermana viva, de nombre Mariana, y que estaba casada con el conde de Selva Florida, pero que tampoco tuvo descendencia legítima hasta su propia muerte en 1803.
El palacio de los Solanda
Teresa de Larrea y Jijón, marquesa consorte. Imagen: propia. |
De esta manera, el marquesado y el mayorazgo de los Solanda llegó a manos de Felipe Carcelén de Guevara y Sánchez de Orellana, sobrino carnal de Mariana por parte de su fallecida hermana Isidora. Felipe acababa de contraer matrimonio con la joven aristócrata otavaleña Teresa de Larrea y Jijón, y además era heredero por línea paterna del marquesado de Villarocha, por lo que se convirtió en uno de los pocos quitenses con doble título nobiliario (otros fueron los Marqueses de Maenza y Condes de Puñonrostro). La pareja tuvo siete hijos, de los cuales únicamente tres mujeres llegaron a la edad adulta: María Ana -conocida como Mariana-, María Rosa y María Manuela.
La marquesa consorte, considerada una mujer muy fina, atenta, sin complejos, y de aguda inteligencia pese a la poca ilustración propia de las mujeres coloniales, se movía hábilmente en la alta sociedad audiencial, ofreciendo agradables bailes y tertulias, muchas de las cuales comenzaron a celebrarse en la Hacienda El Deán, por lo que alrededor del año 1800 junto a su esposo iniciaron la refacción de la vetusta casa que allí existía, convirtiéndola en una residencia de fines de semana digna de personas de su estatus social.
Fue precisamente en una de aquellas fiestas ofrecidas en El Deán que a Modesto Larrea y Jijón, casado con su prima María Manuela (apodada Mariquita), su esposa y parientes políticos le sujetaron en una silla mecedora y le obligaron a beber una cantidad descomunal de vino tinto a pesar de que era abstemio. Modesto se embriagó tanto que no podía siquiera caminar bien mientras se dirigía al riachuelo para refrescarse un poco, por lo que al llegar perdió completamente el equilibrio y cayó al agua donde casi se ahoga. El incidente causó que se separara de su esposa y años después, cuando fue designado Ministro Plenipotenciario de Ecuador ante El Vaticano, obtuviera la nulidad de su matrimonio.
Después de la Independencia, en la que el apoyo económico y material del marqués Felipe Carcelén de Guevara fue importante para las tropas comandadas por Antonio José de Sucre, éste le ofreció al Gran Mariscal en matrimonio la mano de su primogénita y heredera: la joven Mariana, de apenas 17 años de edad. Sin embargo, y pese a la presión de los Carcelén, la boda se celebraría recién cinco años después, cuando el padre de la novia ya había fallecido y ella era la Marquesa titular de Solanda y Villarocha.
La ceremonia se celebró en la iglesia de El Sagrario el 20 de abril de 1828, mientras el novio aún se encontraba en Bolivia como presidente de ese país, por lo que fue representado por poderes por su gran amigo, el general Vicente Aguirre, que estaba casado con Rosa de Montúfar y Larrea, que era a su vez pariente por línea materna de la novia e hija del II Marqués de Selva Alegre. Antonio José llegaría a Quito para vivir con su esposa el 30 de septiembre de ese mismo año.
La ceremonia se celebró en la iglesia de El Sagrario el 20 de abril de 1828, mientras el novio aún se encontraba en Bolivia como presidente de ese país, por lo que fue representado por poderes por su gran amigo, el general Vicente Aguirre, que estaba casado con Rosa de Montúfar y Larrea, que era a su vez pariente por línea materna de la novia e hija del II Marqués de Selva Alegre. Antonio José llegaría a Quito para vivir con su esposa el 30 de septiembre de ese mismo año.
El palacio del Gran Mariscal y la Marquesa
Antonio José de Sucre y Mariana Carcelén de Guevara. Imagen: Wikimedia Foundation. |
A finales de 1828 la flamante pareja de esposos se encontraba a la espera de que concluyesen las refacciones ordenadas previamente por Antonio José en la mansión del centro de la ciudad, cosa que sucedió en el mes de diciembre.
Por ello a mediados de octubre la pareja decidió pasar una temporada en el Palacio de El Deán, propiedad campestre de la Marquesa que estaba ubicada en el vecino valle de Los Chillos, en donde la joven Mariana solía bañarse en una bella pila con columna de mármol que se ubicaba tras su habitación. Allí vivieron hasta bien entrado el mes de noviembre, cuando se supo que la Marquesa estaba esperando un hijo y debía guardar reposo, por lo que volvieron a la casa de la madre de Mariana para que la ayudara con el proceso.
El 13 de enero de 1829 el mariscal Sucre salió de Quito con rumbo a Cuenca, de donde regresaría el 10 de marzo del mismo año, tras vencer a los peruanos en la Batalla de Tarqui. Finalmente la pareja se mudó a su propia casa pocos días antes de la llegada a Quito del libertador Simón Bolívar, pues debían recibirlo como huésped entre el 17 y 27 de marzo de 1829, cuando la Marquesa cursaba su quinto mes de embarazo. El fin de semana del 21 al 22, la familia y su invitado se trasladaron a la Hacienda Chisinche, a la que Antonio José se había dedicado con especial esmero pues era la que mayor réditos económicos le prometía a futuro.
A pesar de que Chisinche consumía las horas de trabajo de Antonio José, era El Deán la propiedad que más disfrutaba como espacio de solaz y descanso junto a su esposa, donde al Gran Mariscal de Ayacucho le gustaba sentarse a escribir sobre un banco de piedra que se encontraba a la sombra de un pino criollo en el huerto, y que aún existían en 1948 cuando el historiador venezolano Ángel Grisanti visitó la propiedad y tomó una fotografía.
El 10 de julio de 1829 nació la hija de la pareja, a la que bautizaron Teresa como su abuela materna, y debido a la mastitis que sufrió la Marquesa tras el parto, se quedaron en Quito por una larga temporada, únicamente Antonio José acudía con cierta regularidad a El Deán para alejarse de los problemas depresivos que le causaba su repentino paso de militar en servicio activo, a pasivo. También se retiraba a Chisinche para hacerse cargo de la producción agrícola de esa hacienda.
A mediados de noviembre Antonio José partió con rumbo a Bogotá, de donde no regresaría con vida pues sería asesinado en las montañas de Berruecos el 4 de junio de 1830, cuando estaba ya de regreso a Quito tras el fracaso del Congreso que intentó evitar la disolución de la Gran Colombia. La Marquesa recuperaría el cuerpo de su esposo y lo mantendría escondido por dos años bajo el altar de la capilla del Palacio de El Deán, para después trasladarlo en secreto al monasterio de El Carmen Bajo, evitando así la profanación de sus restos por parte de los enemigos políticos que ella creía habían planeado el atentado.
Pocos meses después de quedar viuda, la marquesa Mariana Carcelén de Guevara contrajo segundas nupcias con el general Isidoro Barriga, también héroe independentista como su primer esposo, con quien tuvo un matrimonio largo y feliz hasta la muerte de éste, el 29 de mayo de 1850. Tras la trágica muerte de la pequeña Teresa de Sucre y Carcelén de Guevara, la pareja tuvo un solo hijo: Manuel Felipe Barriga y Carcelén de Guevara, un joven bohemio que se hacía llamar Luis Felipe, como el rey de los franceses.
Se presume que la familia Barriga-Carcelén de Guevara siguió usando, ampliando y decorando el palacio de El Deán durante todo el tiempo que vivió la Marquesa, pues era su lugar favorito para pasar el verano y los fines de semana, al menos hasta el fallecimiento de su segundo esposo, cuando empezó a frecuentar la Quinta La Delicia, en Cotocollao.
El palacio de los Barriga-Flores
Felipe Barriga y Carcelén de Guevara. Imagen: propia. |
Mariana Carcelén de Guevara, la última marquesa por línea directa de Solanda y Villarocha, falleció en la ciudad de Quito el 15 de diciembre de 1861. Tras el deceso, la hacienda fue heredada por su único hijo vivo: Manuel Felipe Barriga y Carcelén de Guevara, que estaba casado con Josefina Flores y Jijón de Vivanco, hija a su vez del ex presidente Juan José Flores y la aristócrata otavaleña Mercedes Jijón de Vivanco y Chriboga.
En 1867, debido a su poca capacidad de manejar las propiedades rurales, Felipe Barriga arrendó la hacienda al señor Modesto Ponce, y cuando éste falleció un año después, se celebró un contrato de anticresis con su hija, Balvina Ponce.
Barriga moriría en 1881, dejando como heredera universal a su viuda Josefina Flores y Jijón de Vivanco, que debido a problemas económicos comenzó a deshacerse de todas las propiedades. Así, vendió El Deán a Vicente Álvarez, un rico terrateniente tungurahuense con propiedades en Patate, Pujilí y Ambato; que a su vez la heredó en 1889 a su esposa, quien la utilizaba exclusivamente para vender los productos agrícolas y vacunos, con lo que la producción bajó considerablemente en relación a los siglos anteriores.
El palacio en los siglos XX y XXI
En 1913, la viuda de Álvarez vende la propiedad a Antonio Barahona y su esposa Mercedes Maruri, que al morir sin testar a mediados de 1929, produce que el viudo deba repartir entre los herederos los bienes adquiridos durante el matrimonio. La hacienda pasa así a dividirse por primera vez en dos partes: El Deán Alto y El Deán Bajo, dejando la propiedad palaciega en éste último.
A lo largo de la segunda mitad del siglo XX pasó por manos de diferentes propietarios que mantuvieron el palacio en un grado aceptable de conservación, aunque permitieron la desaparición de su memoria histórica popular, probablemente de manera involuntaria. Sin embargo, a inicios del siglo XXI se restauró completamente el inmueble para convertirlo en un centro de recepciones de primer nivel, uso que se mantiene hasta la actualidad.
Galería
Fachada Norte. Imagen: sitio web de la Mansión del Deán |
Terraza del segundo piso, en la fachada Norte. Imagen: sitio web de la Mansión del Deán |
Pretil de la fachada principal, al este. Imagen: Revista Clave! |
Arco de ingreso, en la fachada principal, hacia el este. Imagen; sitio web de la Mansión del Deán |
Ingreso al patio interior. Imagen: Revista Clave! |
Salón principal del Palacio. Imagen: Revista Clave! |
Habitación. Imagen: sitio web de la Mansión del Deán |
Salón del Palacio. Imagen: Revista Clave! |
Capilla del Palacio. Imagen: Revista Clave! |
Referencias
- De la Torre Araúz, Patricia (1989). "Patrones y conciertos: una hacienda serrana, 1905-1929", volúmen 25, pp.22-24, 93. Quito: Corporación Editora Nacional.
- Porras, María Elena (1987). "La élite quiteña en el Cabildo (1763-1815)", pp.47-48, 52. Quito: Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales.
- Valencia Sala, Gladys (1994). "El Mayorazgo en la Audiencia de Quito", pp.109-113, 115. Quito: Ediciones Abya-Yala. ISBN-9978-04-060-9.
- Pérez Pimentel, Rodolfo (1988). "Ecuador Profundo", tomo 2, p.15. Guayaquil: Universidad de Guayaquil.
- Perez Pimentel, Rodolfo (1987). "Diccionario Biográfico del Ecuador", tomo X. Guayaquil: Universidad de Guayaquil.
- Jurado Noboa, Fernando (1991). "Las Noches de los Libertadores", volúmen 2, pp.159, 163-164, 168-169. Quito: Ediciones IADAP. ISBN-9978-60-009-4.
- Grisanti, Ángel (1948). "Los restos del Gran Mariscal de Ayacucho y la Hacienda El Deán", p.36. Quito: Editorial Plenitud.
- Flores y Caamaño, Alfredo (1960). "Objeciones históricas a la obra intitulada: El gran mariscal de Ayacuacho y su esposa la marquesa de Solanda". Lima: Editorial Salesiana. pp. 120–128.
- Mora Caldas, Jorge. "Los libros, aporte bibliográfico, las bellas artes e investigaciones históricas", tomo II, pp.427-428. Pasto: Graficolor. ISBN-978-958-46-2083-5.