Casa Azul (Museo Casa de Sucre)
Este importante inmueble, hoy llamado simplemente Casa de Sucre y ubicado en el corazón del Centro Histórico de la ciudad de Quito, fue otrora conocido popularmente como la Casa Azul debido a que varios detalles del patio interior estaban pintados de ese color por deseo expreso de sus más célebres propietarios: el mariscal independentista Antonio José de Sucre y la aristócrata Mariana Carcelén de Guevara, marquesa de Solanda y Villarocha.
Sin embargo, estos detalles de color fueron ignorados por varias décadas desde que los descendientes de la Marquesa vendieron la edificación y fue destinada entre otros menesteres a hotel, pero fueron añadidos nuevamente con la primera recuperación llevada a cabo por el Ministerio de Defensa en la década de 1970. La ausencia de la paleta característica por tan largo periodo ocasionó que el nombre de Casa Azul se fuera perdiendo paulatinamente, hasta que finalmente el acervo popular la conoce en la actualidad simplemente como Casa de Sucre.
Historia
Según la investigación realizada por el historiador Fernando Jurado Noboa, el dato más antiguo que se tiene sobre este solar señala que en 1648 tenía vivienda Gaspar Lasso, y la casa contigua por el occidente pertenecía a su suegro Antonio Márquez de Pedraza. En la casa existía un local que era arrendado al señor Miguel de Jeréz.Años después Lasso vendió la propiedad a Tomasa Benavides, que estaba casada con un hombre de apellido Paz y en 1660 arrendaba uno de los locales hacia la calle a la pulpería de Silvestre Obregón. Alrededor de 1683 los Paz-Benavides heredarían la casa a su yerno Juan de Gardezabal.
Según el Censo de 1797, la casa contigua por el occidente pertenecía a Agustín Valdivieso de la Carrera y su mujer, Josefa de León y Carcelén de Guevara, y allí vivían 31 personas incluidos los criados. Como vemos, la mujer es el primer miembro del linaje Carcelén de Guevara que se asienta en esta cuadra, y probablemente a través de ella o sus descendientes es que más tarde se unirían los predios.
En 1812, Felipe Carcelén de Guevara y Sánchez de Orellana, cuarto márqués de Solanda y Villarocha, ordena total reedificación de la mansión en el estilo neoclásico que conserva en gran parte hasta la actualidad, tal como se puede leer en la piedra superior del ingreso principal a la casa.
Los Sucre-Carcelén de Guevara
Inmediatamente después de la Independencia, en la que el apoyo económico y material del marqués Felipe Carcelén de Guevara fue importante para las tropas comandadas por el venezolano Antonio José de Sucre, éste le ofreció al Gran Mariscal en matrimonio la mano de su primogénita y heredera: la joven Mariana, de apenas 17 años de edad. Sin embargo, y pese a la presión de los Carcelén de Guevara, la boda se celebraría recién cinco años después, cuando el padre de la novia ya había fallecido y ella era la Marquesa titular de Solanda y Villarocha.La ceremonia se llevó a cabo en la iglesia de El Sagrario el 20 de abril de 1828, mientras el novio aún se encontraba en Bolivia como presidente de ese país, por lo que fue representado mediante poder enviado desde enero a su gran amigo, el coronel Vicente Aguirre, que estaba casado con Rosa de Montúfar y Larrea, quien era a su vez pariente por línea materna de la novia e hija del II Marqués de Selva Alegre. Fueron padrinos del enlace los tíos de la novia: Manuel de Larrea y Jijón y su esposa, Rosa de Carrión y Velasco, marqueses de San José.
Debido al deseo que Antonio José tenía de establecerse cómodamente en la ciudad de Quito junto a su futura esposa Mariana, a finales de 1827 y aún ejerciendo como presidente de Bolivia, ordenó desde La Paz que se adquiera la esquina nororiental de la Mansión Carcelén que había pertenecido a su difunto suegro, y que le costó 16.500 pesos, 11.800 de ellos al contado.
Haciendo gala de sus estudios de ingeniería, el mariscal Sucre comisionó inmediatamente importantes reformas al inmueble mediante un detallado epistolario que envió a Quito, usando para ello los planos de la casa que le había facilitado por correo el coronel Vicente Aguirre, su apoderado. Pidió además que no existieran lienzos ni pinturas en las paredes, pues era él quien quería elegirlos personalmente; de la misma forma, ordenó muebles y cubertería a Europa que llevaría consigo al salir de Bolivia, y para cargarlos necesitaron 20 mulas.
Sin embargo, desde su llegada a la ciudad de Quito el 30 de septiembre de 1828, Sucre notó que la mansión necesitaba más adecuaciones para acomodarse a sus gustos personales, por lo que seguiría ordenando transformaciones hasta el día de su propia muerte. Los primeros días de la estadía junto a su esposa los debió pasar en casa de su suegra, diagonal a la suya que aún estaba en arreglos, y que concluirían recién en el mes de diciembre.
A mediados de octubre la pareja se trasladó al Palacio de El Deán, una propiedad campestre ubicada en el vecino valle de Los Chillos, que se convirtió en su sitio favorito de descanso. Allí vivieron hasta bien entrado el mes de noviembre, cuando se supo que la Marquesa estaba esperando un hijo y debía guardar reposo, por lo que volvieron a la casa de la madre de Mariana para que la ayudara con el proceso, aún cuando la casa de la pareja estuvo lista para recibirlos en el mes de diciembre.
El 13 de enero de 1829 el mariscal Sucre salió de Quito con rumbo a Cuenca, de donde regresaría el 10 de marzo del mismo año, tras vencer a los peruanos en la Batalla de Tarqui. Finalmente la pareja se mudó a su propia casa pocos días antes de la llegada a Quito del libertador Simón Bolívar, pues debían recibirlo como huésped entre el 17 y 27 de marzo de 1829, cuando la Marquesa cursaba su quinto mes de embarazo.
En el manuscrito inédito "Conversaciones de un sacerdote con el lltmo. González Suárez" refiere éste que un franciscano acudía mucho a la mansión a visitar a la Marquesa, y que era tanta su confianza que se bañaba en el estanque. Un día le sorprendió el mariscal Sucre y quiso atravesarle con una espada, por lo que medio desnudo el cura se hecho a correr y se escondió en una de las tiendas de la calle y luego en la vecina casa de los Correa-Ante. Pocos días después, Antonio José invitó a comer a Manuel Correa, pero éste se negó, diciéndole medio en broma: "No , no me vayas a hacer lo que al franciscano".
El 1 de julio se iniciaron nuevos trabajos de readecuación en la mansión, por lo que la pareja se hospedó nuevamente con la madre de la Marquesa; esto pese a que Sucre tenía dos casas pequeñas en la ciudad, una que llamaba de La Compañía y otra que había pertenecido a los Barba. Los gastos de este nuevo periodo constructivo de cuatro meses alcanzaron los 2.350 pesos solo en mano de obra.
Adicionalmente, el Gran Mariscal ordenó a Agustín Mandracha que adquiriera los balcones de hierro forjado que apreciamos hasta la actualidad, 300 vidrios planos de 3/4 de largo que debían venir de Europa pues no se fabricaba en América, un juego de papel para la sala grande y otro para la pequeña, entre otros materiales de construcción.
Haciendo gala de sus estudios de ingeniería, el mariscal Sucre comisionó inmediatamente importantes reformas al inmueble mediante un detallado epistolario que envió a Quito, usando para ello los planos de la casa que le había facilitado por correo el coronel Vicente Aguirre, su apoderado. Pidió además que no existieran lienzos ni pinturas en las paredes, pues era él quien quería elegirlos personalmente; de la misma forma, ordenó muebles y cubertería a Europa que llevaría consigo al salir de Bolivia, y para cargarlos necesitaron 20 mulas.
Sin embargo, desde su llegada a la ciudad de Quito el 30 de septiembre de 1828, Sucre notó que la mansión necesitaba más adecuaciones para acomodarse a sus gustos personales, por lo que seguiría ordenando transformaciones hasta el día de su propia muerte. Los primeros días de la estadía junto a su esposa los debió pasar en casa de su suegra, diagonal a la suya que aún estaba en arreglos, y que concluirían recién en el mes de diciembre.
A mediados de octubre la pareja se trasladó al Palacio de El Deán, una propiedad campestre ubicada en el vecino valle de Los Chillos, que se convirtió en su sitio favorito de descanso. Allí vivieron hasta bien entrado el mes de noviembre, cuando se supo que la Marquesa estaba esperando un hijo y debía guardar reposo, por lo que volvieron a la casa de la madre de Mariana para que la ayudara con el proceso, aún cuando la casa de la pareja estuvo lista para recibirlos en el mes de diciembre.
El 13 de enero de 1829 el mariscal Sucre salió de Quito con rumbo a Cuenca, de donde regresaría el 10 de marzo del mismo año, tras vencer a los peruanos en la Batalla de Tarqui. Finalmente la pareja se mudó a su propia casa pocos días antes de la llegada a Quito del libertador Simón Bolívar, pues debían recibirlo como huésped entre el 17 y 27 de marzo de 1829, cuando la Marquesa cursaba su quinto mes de embarazo.
En el manuscrito inédito "Conversaciones de un sacerdote con el lltmo. González Suárez" refiere éste que un franciscano acudía mucho a la mansión a visitar a la Marquesa, y que era tanta su confianza que se bañaba en el estanque. Un día le sorprendió el mariscal Sucre y quiso atravesarle con una espada, por lo que medio desnudo el cura se hecho a correr y se escondió en una de las tiendas de la calle y luego en la vecina casa de los Correa-Ante. Pocos días después, Antonio José invitó a comer a Manuel Correa, pero éste se negó, diciéndole medio en broma: "No , no me vayas a hacer lo que al franciscano".
El 1 de julio se iniciaron nuevos trabajos de readecuación en la mansión, por lo que la pareja se hospedó nuevamente con la madre de la Marquesa; esto pese a que Sucre tenía dos casas pequeñas en la ciudad, una que llamaba de La Compañía y otra que había pertenecido a los Barba. Los gastos de este nuevo periodo constructivo de cuatro meses alcanzaron los 2.350 pesos solo en mano de obra.
Adicionalmente, el Gran Mariscal ordenó a Agustín Mandracha que adquiriera los balcones de hierro forjado que apreciamos hasta la actualidad, 300 vidrios planos de 3/4 de largo que debían venir de Europa pues no se fabricaba en América, un juego de papel para la sala grande y otro para la pequeña, entre otros materiales de construcción.
A pesar de las readecuaciones que se llevaban a cabo, con motivo del bautizo de la pequeña hija de la pareja, a la que llamaron Teresa como sus abuelas materna y paterna, el 11 de julio de 1829 se llevó a acabo una celebración íntima en el salón principal de la casa, a la que además de la familia acudieron también los padrinos de la pequeña: el general Juan José Flores y sus esposa Mercedes Jijón de Vivanco, así como los Aguirre-Montúfar, considerados los más cercanos amigos de los Sucre-Carcelén de Guevara.
Al parecer los Sucre-Carcelén de Guevara regresaron a vivir en su mansión una vez terminados los segundos trabajos de readecuación ordenados por Sucre, a principios de noviembre de 1829. Y es que según refiere Cristóbal de Gangotena, en esos días el Gran Mariscal recibió un anónimo arrojado por la ventana de su
casa, en el cual se aseguraba que lo asesinarían, aún en brazos de
su mujer.
Este hecho provocó que Sucre testara en secreto el día 10 de ese mes, dejándole a su hija Teresa la mayor parte de sus mermados bienes, mientras que a su esposa no le dejó ninguno, probablemente porque la relación entre ambos no se hallaba en un buen momento por la mastitis que sufrió Mariana tras el embarazo.
A mediados de noviembre de 1829, el Gran Mariscal partió con rumbo a Bogotá, para participar y presidir el Congreso que intentaría fallidamente evitar la disolución de la Gran Colombia. Durante su vieje, Sucre siguió enviando órdenes para hacer cambios en la casa, que esperaba estuviese totalmente habitable para el siguiente día de su santo, el 13 de julio de 1830.
A mediados de noviembre de 1829, el Gran Mariscal partió con rumbo a Bogotá, para participar y presidir el Congreso que intentaría fallidamente evitar la disolución de la Gran Colombia. Durante su vieje, Sucre siguió enviando órdenes para hacer cambios en la casa, que esperaba estuviese totalmente habitable para el siguiente día de su santo, el 13 de julio de 1830.
En varias cartas al coronel Vicente Aguirre, su hombre de mayor confianza, Antonio José le habla de
las tres salas grandes, la salita, el dormitorio, las hamacas caribeñas que debían instalar en varios cuartos, las cuarenta macetas con flores (rosas, claveles, alcahacas y malvas) en cada pilastra que debía conseguir doña Rosa de Montúfar, el estudio en el zaguán cuya
pared quedaba recién hecha antes de su partida, el gabinete, el cuarto de baño, un comedor de primera
y el proyecto de comedor de diario.
Por los detalles, queda claro que Sucre no hablaba solo de la mansión adquirida a sus suegros mientras fue presidente de Bolivia, sino también de la que él mismo había comprado en 1822, que llamaba de La Compañía y se encontraba contigua por el occidente, y otra por el sur que formaba parte de la herencia de la Marquesa, y que debía ser alquilada para obtener mayores ingresos. Ordenaba, además, algunas adecuaciones en la casa de su suegra, donde debía volver a residir mientras los nuevos trabajos se llevaban a cabo.
En el plano social de la época, los Sucre-Carcelén de Guevara constituían una familia noble, rica y culta por herencia sanguínea; mientras que por mérito propio eran héroes independentistas desde 1809 a 1822, políticos influyentes y queridos avencindados de la ciudad. Por tales motivos sus lugares de residencia eran visitados todo el tiempo por las más importantes personalidades del Distrito del Sur y la Gran Colombia, incluido, como ya se ha dicho, el mismo libertador Simón Bolívar.
En el plano social de la época, los Sucre-Carcelén de Guevara constituían una familia noble, rica y culta por herencia sanguínea; mientras que por mérito propio eran héroes independentistas desde 1809 a 1822, políticos influyentes y queridos avencindados de la ciudad. Por tales motivos sus lugares de residencia eran visitados todo el tiempo por las más importantes personalidades del Distrito del Sur y la Gran Colombia, incluido, como ya se ha dicho, el mismo libertador Simón Bolívar.
Mientras fue habitada por la Marquesa y el Gran Mariscal, la Casa Azul era considerada una de las más lujosas de la ciudad, y quizá de todo el territorio del Distrito del Sur. En los salones principales había piano, arpa, guitarra, escaparates, sillones tallados, sillas forradas en baqueta, mesas, rinconeras pintadas y doradas, canastas y sillas bajas. Las habitaciones disponían de cómodas camas de madera con colchas de damasco de lana, catres dorados y con arcos de hierro, armarios de pesada madera, baúles llenos de chales asiáticos y leontinas de pelo, así como arcones llenos de doblones y escudos de oro.
Para la cocina poseían pailas, sartenes, braceros y ollas (todo de bronce), así como un alambique de cobre; mientras que para el servicio de la mesa poseían varios objetos de loza de la antigua fábrica de Quito, como platos y posillos, fuentes de varios tipos, frasqueras, así como vasos y copas de cristal europeo. Mariana disponía para su transporte de una elegante silla de mano forrada en seda con puerta y tres vidrios; Sucre, por su parte, se movía por la ciudad y las haciendas familiares en los mejores caballos con finas monturas.
La Casa después de Sucre
A mediados de noviembre de 1829 Antonio José de Sucre partió con rumbo a Bogotá, de donde no regresaría con vida pues sería asesinado en las montañas de Berruecos el 4 de junio de 1830, cuando estaba ya de regreso a Quito tras el fracaso del Congreso que intentó evitar la disolución de la Gran Colombia. La Marquesa recuperaría el cuerpo de su esposo y lo mantendría escondido por dos años bajo el altar de la capilla del Palacio de El Deán, para después trasladarlo en secreto al monasterio de El Carmen Bajo, evitando así la profanación de sus restos por parte de los enemigos políticos que ella creía habían planeado el atentado.
Pocos meses después de quedar viuda, la Marquesa de Solanda y Villarocha contrajo segundas nupcias con el general Isidoro Barriga, también héroe independentista como su primer esposo, con quien tuvo un matrimonio largo y feliz hasta la muerte de éste, el 29 de mayo de 1850. Tras la trágica muerte de la pequeña Teresa de Sucre y Carcelén de Guevara, la nueva pareja tuvo un solo hijo: Manuel Felipe Barriga y Carcelén de Guevara, un joven bohemio que se hacía llamar Luis Felipe, como el rey de los franceses.
En la década de 1850 la Marquesa entregó legalmente a su hijo la llamada Casa Pequeña, contigua a la mansión por el occidente, y para su cólera, éste se la regaló casi inmediatamente a su amigo Rafael Francisco Espinosa Fabara en pago por la constante ayuda que aquel le brindaba cuando debía preparar las Conferencias para el Colegio, algo en lo que Felipe no era precisamente brillante. Para inicios del siglo XX, Espinosa había ya dejado la casa en herencia a los curas salesianos.
Mariana Carcelén de Guevara y Larrea, la última marquesa por línea directa de Solanda y Villarocha, falleció en la ciudad de Quito el 15 de diciembre de 1861, año en el que también testó Ángel Proaño Tena indicando que tenía una tienda de abarrotes en los bajos de la casa.
Tras el deceso de la Marquesa, las propiedades y fortuna fueron heredadas por su único hijo vivo: Manuel Felipe Barriga, que estaba casado con Josefina Flores y Jijón de Vivanco, hija a su vez del ex presidente Juan José Flores y la aristócrata otavaleña Mercedes Jijón de Vivanco y Chriboga.
Manuel Felipe Barriga moriría en 1881, dejando como heredera universal a su viuda Josefina, que debido a problemas económicos comenzó a deshacerse de todas las propiedades. Así, vendió la Casa Azul.
En 1894 existían tres tiendas hacia la calle Sucre, el almacén de Javier Unda, la peluquería y perfumería de Isidoro Hidalgo, y finalmente la relojería de Guillermo López Noboa, negocio que acabaría convirtiéndose en la prestigiosa Casa López.
En 1972 se inició la recuperación del inmueble por parte del Ministerio de Defensa, que en 1977 abre al público formalmente la edificación convertida en un museo dedicado a la memoria de la familia Sucre-Carcelén. Nuevos y mucho más minuciosos trabajos de restauración se llevaron a cabo en la primera década del siglo XXI, mismos que fueron dirigidos por el arquitecto Andrés Peñaherrera Matheus (que coincidencialmente estaba emparentado con los antiguos Marqueses de Solanda) del FONSAL (Fondo de Salvamento del Municipio de Quito), y fue reinaugurada el 24 de mayo del 2008.
Pocos meses después de quedar viuda, la Marquesa de Solanda y Villarocha contrajo segundas nupcias con el general Isidoro Barriga, también héroe independentista como su primer esposo, con quien tuvo un matrimonio largo y feliz hasta la muerte de éste, el 29 de mayo de 1850. Tras la trágica muerte de la pequeña Teresa de Sucre y Carcelén de Guevara, la nueva pareja tuvo un solo hijo: Manuel Felipe Barriga y Carcelén de Guevara, un joven bohemio que se hacía llamar Luis Felipe, como el rey de los franceses.
En la década de 1850 la Marquesa entregó legalmente a su hijo la llamada Casa Pequeña, contigua a la mansión por el occidente, y para su cólera, éste se la regaló casi inmediatamente a su amigo Rafael Francisco Espinosa Fabara en pago por la constante ayuda que aquel le brindaba cuando debía preparar las Conferencias para el Colegio, algo en lo que Felipe no era precisamente brillante. Para inicios del siglo XX, Espinosa había ya dejado la casa en herencia a los curas salesianos.
Mariana Carcelén de Guevara y Larrea, la última marquesa por línea directa de Solanda y Villarocha, falleció en la ciudad de Quito el 15 de diciembre de 1861, año en el que también testó Ángel Proaño Tena indicando que tenía una tienda de abarrotes en los bajos de la casa.
Tras el deceso de la Marquesa, las propiedades y fortuna fueron heredadas por su único hijo vivo: Manuel Felipe Barriga, que estaba casado con Josefina Flores y Jijón de Vivanco, hija a su vez del ex presidente Juan José Flores y la aristócrata otavaleña Mercedes Jijón de Vivanco y Chriboga.
Manuel Felipe Barriga moriría en 1881, dejando como heredera universal a su viuda Josefina, que debido a problemas económicos comenzó a deshacerse de todas las propiedades. Así, vendió la Casa Azul.
En 1894 existían tres tiendas hacia la calle Sucre, el almacén de Javier Unda, la peluquería y perfumería de Isidoro Hidalgo, y finalmente la relojería de Guillermo López Noboa, negocio que acabaría convirtiéndose en la prestigiosa Casa López.
INTERIORES
Patio principal. |
La entrada presenta piso de piedra de canto rodado, decorado con huesos de res y que en conjunto con la pila del patio interior forman una simetría perfecta, algo típico en las casas de estilo andaluz.
La fuente de piedra andesita fue añadida nuevamente en la restauración del 2008, y corresponde exactamente a los planes de decoración del inmueble que el mariscal Sucre había señalado en un epistolario cuando adquirió la casa. Coronada por cuatro sapos que señalan con exactitud los cuatro puntos cardinales, se dice que la Marquesa de Solanda solía lanzar monedas desde el segundo piso pidiendo deseos, por lo que además de ser conocida como Fuente de los Sapos es también llamada Fuente de los Deseos.
La fuente de piedra andesita fue añadida nuevamente en la restauración del 2008, y corresponde exactamente a los planes de decoración del inmueble que el mariscal Sucre había señalado en un epistolario cuando adquirió la casa. Coronada por cuatro sapos que señalan con exactitud los cuatro puntos cardinales, se dice que la Marquesa de Solanda solía lanzar monedas desde el segundo piso pidiendo deseos, por lo que además de ser conocida como Fuente de los Sapos es también llamada Fuente de los Deseos.
En los dos pisos de la casa existen dieciséis estancias abiertas al público, y otras tantas que sirven como bodegas del Museo, salas de restauración y oficinas. Originalmente el primer piso estaba destinado a las cocheras, bodegas y habitaciones de los empleados, mientras que el segundo nivel era de uso exclusivo de la familia.
Primer piso
Primer piso
Salón Auditorio. |
El Salón Auditorio ocupa el lugar que antaño fueon las cocheras y pesebreras de la mansión, que debido a su gran tamaño se prestaban para construir un espacio como éste. Considerado el centro neurálgico del actual museo, allí se realizan eventos culturales y militares relacionados con el Mariscal de Ayacucho y el Libertador. Está decorado con pinturas del siglo XIX que representan a Sucre y a Bolívar, además de mobiliario del siglo XVII.
Sala de Arneses. |
En este lugar, tanto el Gran Mariscal como la Marquesa guardaban las sillas de montar, utensilios de caballería como marcador de ganado, cepillos para el pelaje, estribos y arneses de la época en un ambiente original que se ha conservado sin modificaciones a través del tiempo.
Durante la época en que la Casa fue ocupada como hotel, en este espacio se encontraba la bodega de vinos y licores, pues su temperatura se presta perfectamente para las condiciones que esta clase de sitios necesitan para conservar de mejor manera el producto.
Segundo piso
Sala de Visitas. |
En la planta alta podemos encontrar la Sala de Visitas, lugar en el que la pareja recibía de manera informal a sus amigos más allegados, como los esposos Vicente Aguirre y Rosa de Montúfar. Se ubica inmediatamente después de la Escalera de los Marqueses, en el extremo sur de la casa y con vista hacia la calle Venezuela, a la que se abre en dos balcones.
Los muebles del siglo XIX, aunque no son los originales, sí son de origen europeo y responden a la más refinada moda de la época en la que vivieron los célebres ocupantes de esta mansión.
Lámparas europeas de cristal y una gran alfombra fabricada en la provincia de Chimborazo complementan la decoración, presidida en las paredes por los óleos de:
Los muebles del siglo XIX, aunque no son los originales, sí son de origen europeo y responden a la más refinada moda de la época en la que vivieron los célebres ocupantes de esta mansión.
Lámparas europeas de cristal y una gran alfombra fabricada en la provincia de Chimborazo complementan la decoración, presidida en las paredes por los óleos de:
- Antonio José de Sucre, anónimo (s. XIX)
- Simón Bolívar a caballo, por Nicolás Delgado (s. XIX)
- Gran Mariscal de Ayacucho a caballo, anónimo (s. XIX)
Salón Principal. |
Destaca el cielo raso con la técnica de la telaraña y los muros, donde se han dejado a la vista las vigas de madera empotrada que le proporcionaba consistencia antisísmica a la edificación, tal como era la moda de la época. Una pequeña porción de las paredes de bareque, hecha con tsurus del Pichincha, ha sido dejada al descubierto intencionalmente durante la restauración para poder apreciar la técnica constructiva de finales del siglo XVIII.
Espejos de cristal de roca de origen francés, otros con marco rojo y oro de origen italiano, y un conjunto de muebles europeos de varios estilos junto a las lámparas de metal forjado, complementan la decoración de este salón, que está presidido por los siguientes retratos:
- Mariana Carcelén de Guevara, anónimo (ca. 1850)
- Teresa de Larrea y Jijón, anónimo (ca. 1795)
- María Rosa Carcelén de Guevara, anónimo (ca. 1850)
- Felipe Barriga y Carcelén de Guevara, anónimo (ca. 1870)
- Simón Bolívar, por Toro Moreno (1928)
- Luis Matheu, anónimo (s. XIX)
- Carlos de Montúfar, por Nicolás Delgado (s. XIX)
Oratorio. |
En la habitación se pueden encontrar relicarios originales fabricados en madera y cuero, así como instrumentos musicales como una guitarra y un arpa. El pequeño altar está presidido por varias imágenes religiosas de la escuela quiteña de arte, tales como:
- Virgen de La Merced, anónimo (s.XIX)
- San Antonio con el niño Jesús, anónimo (s.XVIII)
- Cristo de la Justicia, anónimo (s.XVII)
- Sagrado Corazón de Jesús, anónimo (s. XX)
Alcoba. |
Se ubica en la esquina noroccidental de la casa, y en ella se pueden encontrar elementos propios de las recámaras de la época, tales como jarra, lavatorio, escupidero, vasinilla y un bargueño para la ropa de cama al pie de la misma. Los muebles incluyen, además del lecho de descanso con monograma "AJS", mesas de noche, un armario, un espejo de pie y varias sillas talladas en San Antonio de Ibarra.
Pero el detalle que más destaca en esta habitación es el hecho de una de sus paredes era movible, pensado en los diseños del mariscal Sucre para poder agrandar o achicar la pieza de acuerdo a las necesidades de espacio en las estancias contiguas.
Comedor. |
Las paredes están decoradas con dos tapices belgas llamados Gobelinos y fabricados en el siglo XVIII, un espejo italiano y otro de cristal de roca con marco dorado que fue regalo del mariscal Sucre para su esposa en 1828.
Destaca el mueble que se usaba para guardar la costosa vajilla de loza heredada por la Marquesa y la cristalería ordenada por Sucre a Europa mientras era presidente de Bolivia. Un mueble a modo de consola ocultaba los platos sucios que después serían llevados a lavar por los sirvientes, consolas y un bargueño ricamente tallado del siglo XVII.
Repostero. |
En este espacio podemos encontrar una mesa con tablero de una sola pieza de madera y clavos de alforja, así como cuatro sillas de madera y cuero pertenecientes a la escuela quiteña del siglo XVIII. Finalmente, un pequeño aparador a juego con la mesa exhibía la platería reunida por varias generaciones de la familia de los Marqueses de Solanda y Villarocha, así como la adquirida por Sucre en Bolivia.
Estudio. |
Un delicado escritorio secretero, fabricado de madera de capulí por un artesano al que Sucre perdonó la vida a cambio de que nunca revele la clave para abrir los cajones ocultos, es la pieza que delata el antiguo uso que se le dio a esta estancia, desde la que Antonio José y Mariana administraban las haciendas como Chisinche y El Deán, cuentas bancarias y negocios que habían heredado de la familia Carcelén de Guevara.
Patio posterior. |
Las barandas son originales de la época, al igual que los faroles que iluminaban el tránsito por las noches. La escalera de madera fue sustituida por una de hormigón en la remodelación de la década de 1970, sobre todo por razones de seguridad, pues la original estaba muy deteriorada al haber estado a la intemperie por más de un siglo.
Galería
Fachada norte de la Casa Azul, hacia la calle Sucre. |
Fachada oriental de la Casa Azul, con la entrada principal, hacia la calle Guayaquil.
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Patio central visto desde los corredores del segundo piso. |
Corredor del segundo piso.
Referencias
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