Quinta El Placer
Sector: El Placer (Centro Histórico)
Año de construcción: siglo XVII
Arquitecto: Francisco Durini Cáceres (actual)
Estilo: neoclásico
Premios: ninguno
Uso actual: residencial
La Quinta El Placer, ubicada en el barrio homónimo del Centro Histórico, donde la ciudad comienza a escalar las laderas del colosal volcán Pichincha, es quizá una de las propiedades con mayor valor histórico que posee la ciudad de Quito. Sin embargo, y a pesar de ser una suerte de residencia de verano para varios gobernantes de la época colonial y republicana, es tristemente una de las mansiones que más pasa desapercibida para el ojo del ciudadano común. Por eso hoy, en Los Ladrillos de Quito, le dedicamos un espacio al Carondelet de Verano, la Casa Presidencial de Descanso en El Placer.
Historia
La ubicación privilegiada del sector de El Placer, donde hoy se levanta esta histórica mansión, fue notada desde tiempos incásicos, ya que según el Libro de Cabildos de 1537, los solares asignados a los mercedarios para su Recoleta limitan con unos edificios antiguos, donde estaban unas casas del placer del señor natural de estas tierras. Se supone que los restos de estos baños se encuentran bajo los patios del Colegio Carlos Zambrano y la Escuela Leopoldo N. Chávez, y que podían ser vistos hasta mediados del siglo XX, cuando allí era el Colegio Normal Juan Montalvo.
Seguramente los terrenos de la Quinta El Placer que conocemos actualmente fueron delimitados durante los primeros siglos de la dominación española en la ciudad, y aunque se desconoce sus primeros propietarios y el tamaño original, se presume que se extendía hacia el norte y el occidente del sector, por sobre los terrenos de El Tejar, que les correspondían a los mercedarios desde el siglo XVI.
Durante la época de la Revolución Quiteña, la quinta fue propiedad de Manuel de Urriés y Cavero, primer conde de Ruiz de Castilla, que ejerció como Presidente de la Real Audiencia entre 1806 y 1811. Cuando el coronel Carlos de Montúfar declaró la independencia del Estado de Quito, el Conde fue sentenciado a vivir en soledad en la Recoleta de La Merced (El Tejar) y se le retiraron todas sus posesiones, incluida la Quinta de El Placer. Urriés terminaría siendo apaleado por una turba popular el 17 de junio de 1812, muriendo al día siguiente como consecuencia de las heridas que no fueron tratadas.
Entre 1824 y 1827 Flores comisionó al afamado pintor Antonio Salas una serie de doce retratos de los héroes de la Independencia quiteña, los cuales colocó en la llamada Galería de las Ventanas de la Quinta El Placer que acababa de adquirir, asumimos que en algún lugar del segundo piso. Estas pinturas permanecieron en la casa hasta 1920, cuando fueron adquiridas por Jacinto Jijón y Caamaño y se encuentran hoy en el Archivo Flores de la Universidad Católica de Quito, y se exhiben en su Centro Cultural al norte de la ciudad.
En 1830, cuando Flores acababa de ser nombrado Jefe Civil y Militar de la naciente República del Ecuador, asignó a su amigo y compañero de batallas, José María Sáenz (hermano paterno de la célebre Manuela y que poseía estudios de ingeniería), para llevar a cabo varios trabajos de refacción en el inmueble.
Después de la caída de Juan José Flores, la quinta pasó a manos de su antiguo colaborador convertido en enemigo político, el lojano José Félix Valdivieso y Valdivieso, que aparece como dueño en su testamentaría del año 1867. A finales de la época colonial Valdivieso, que era abogado de la Real Audiencia, había contraído matrimonio con su prima Catalina Valdivieso y Sánchez, y ambos estaban emparentados con figuras tanto realistas como independentistas.
Según el biógrafo Rodolfo Pérez Pimentel, el matrimonio Valdivieso estaba considerado entre las principales figuras sociales de la ciudad, y se caracterizaban por llevar una vida opulenta, ofreciendo recepciones continuas en su quinta de verano de El Placer. Durante los primeros años de la época republicana mantendrían su estatus gracias a los cargos como Ministro de Estado, Embajador e incluso Presidente de la República (1834-1835) que José Félix ocupó.
El historiador Fernando Jurado Noboa anota que en 1865, es decir cuando la propiedad pertenecía a los Valdivieso, se plantaron miles de eucaliptos por toda la quinta, que poseía abundante agua corriente con la que regaban los hermosos jardines y las cuadras de alfalfares, que poseía extensos tejares y muchos lujos similares.
En 1872, Isabel Salvador y Valdivieso de Dubecq, nieta del ex-presidente Valdivieso y heredera de la quinta por medio de su madre Josefa, vendió la propiedad a Vicente Álvarez Villacís por la importante suma de ocho mil pesos de la época. Según el documento de compra-venta, la quinta poseía, además de la casa principal, dos anexas en la calle del Cebollar y otra en la que sube al Placer. Así mismo, se detallan los límites: por el norte la calle Cebollar y la quebrada honda (es decir la calle Chile); por el oriente la calle que sube al Placer; por el occidente tierras pertenecientes a El Tejar de los mercedarios; y por el sur la casa de Trinidad González y el Cojo Argumasín.
Pórtico de la Quinta original, por Ernesto La Orden Miracle (1950). Archivo de Santiago Duque Arias. |
En algún momento después de la Revolución, y quizá como parte de alguna subasta pública de los bienes del Conde Ruiz de Castilla, la quinta fue adquirida por Felipe Carcelén y Sánchez de Orellana, sexto marqués de Solanda y Villarrocha; quien la heredaría a su hija Mariana, esposa a su vez del héroe independentista Antonio José de Sucre y la última de su linaje marquesal en tierras americanas.
Es probable que haya sido la Marquesa quien se la vendió en 1826 al general venezolano Juan José Flores, que en aquel entonces fungía como Gobernador del Departamento del Sur de la Gran Colombia, es decir de los territorios que hoy conforman el Ecuador. Es en esta época que, de acuerdo a datos del historiador ambateño Pedro Fermín Cevallos, en los salones de la mansión habría tenido lugar un gran banquete para el libertador Simón Bolívar en una de sus visitas a la ciudad.
Es probable que haya sido la Marquesa quien se la vendió en 1826 al general venezolano Juan José Flores, que en aquel entonces fungía como Gobernador del Departamento del Sur de la Gran Colombia, es decir de los territorios que hoy conforman el Ecuador. Es en esta época que, de acuerdo a datos del historiador ambateño Pedro Fermín Cevallos, en los salones de la mansión habría tenido lugar un gran banquete para el libertador Simón Bolívar en una de sus visitas a la ciudad.
Entre 1824 y 1827 Flores comisionó al afamado pintor Antonio Salas una serie de doce retratos de los héroes de la Independencia quiteña, los cuales colocó en la llamada Galería de las Ventanas de la Quinta El Placer que acababa de adquirir, asumimos que en algún lugar del segundo piso. Estas pinturas permanecieron en la casa hasta 1920, cuando fueron adquiridas por Jacinto Jijón y Caamaño y se encuentran hoy en el Archivo Flores de la Universidad Católica de Quito, y se exhiben en su Centro Cultural al norte de la ciudad.
En 1830, cuando Flores acababa de ser nombrado Jefe Civil y Militar de la naciente República del Ecuador, asignó a su amigo y compañero de batallas, José María Sáenz (hermano paterno de la célebre Manuela y que poseía estudios de ingeniería), para llevar a cabo varios trabajos de refacción en el inmueble.
Después de la caída de Juan José Flores, la quinta pasó a manos de su antiguo colaborador convertido en enemigo político, el lojano José Félix Valdivieso y Valdivieso, que aparece como dueño en su testamentaría del año 1867. A finales de la época colonial Valdivieso, que era abogado de la Real Audiencia, había contraído matrimonio con su prima Catalina Valdivieso y Sánchez, y ambos estaban emparentados con figuras tanto realistas como independentistas.
Según el biógrafo Rodolfo Pérez Pimentel, el matrimonio Valdivieso estaba considerado entre las principales figuras sociales de la ciudad, y se caracterizaban por llevar una vida opulenta, ofreciendo recepciones continuas en su quinta de verano de El Placer. Durante los primeros años de la época republicana mantendrían su estatus gracias a los cargos como Ministro de Estado, Embajador e incluso Presidente de la República (1834-1835) que José Félix ocupó.
Puerta lateral de la Quinta original, por Ernesto La Orden Miracle (1950). Archivo de Santiago Duque Arias. |
En 1872, Isabel Salvador y Valdivieso de Dubecq, nieta del ex-presidente Valdivieso y heredera de la quinta por medio de su madre Josefa, vendió la propiedad a Vicente Álvarez Villacís por la importante suma de ocho mil pesos de la época. Según el documento de compra-venta, la quinta poseía, además de la casa principal, dos anexas en la calle del Cebollar y otra en la que sube al Placer. Así mismo, se detallan los límites: por el norte la calle Cebollar y la quebrada honda (es decir la calle Chile); por el oriente la calle que sube al Placer; por el occidente tierras pertenecientes a El Tejar de los mercedarios; y por el sur la casa de Trinidad González y el Cojo Argumasín.
A finales del siglo XIX la quinta había sido heredada por Carlos Álvarez Gangotena, que la convirtió en uno de los principales sitios de reunión para los jóvenes de la época gracias a las tertulias que ofrecía, en la que los invitados bailaban, bebían y jugaban cartas con el anfitrión. Según Alejandro Andrade Coello, en 1895 la quinta tenía un ancho de tres cuadras entre las actuales calles Bolívar, Alianza y Mideros; su límite oriental comenzaba en el viejo sitio del Alto Cebollar, es decir la actual calle Quiroga. La misma fuente refiere que la propiedad tenía largos y anchos corredores, adornada con una hermosa azotea desde la que se contemplaba el fantástico panorama de jardines y plantaciones de pepino y otras frutas criollas.
En 1907 Álvarez Gangotena encargó importantes arreglos al arquitecto italo-suizo Francisco Durini Cáceres, quizá el más renombrado del país en aquella época, que le confirió al edificio el sobrio aspecto neoclásico que ha llegado hasta nuestras días. Esta intervención y otros gastos exhorbitantes, hicieron que el propietario hipotecara sus propiedades y las perdiera el 29 de abril de 1912, cuando salieron a remate público en la escribanía de Luis Paredes Rubianes.
El Gobierno interino de Francisco Andrade Marín adquirió las propiedades de Álvarez Gangotena, y cedió la Quinta El Placer para trasladar el Colegio Normal Juan Montalvo, que había venido funcionando en un inmueble cercano a la Guaragua. En 1919 una nueva intervención, ordenada por el presidente Alfredo Baquerizo Moreno, sumó nuevos pabellones y determinó que el internado funcionaría exactamente en el lugar de la casa original, donde se encontraban aún los cuadros de generales independentistas que entonces adquirió Jijón y Caamaño, como ya se ha dicho arriba.
Con el tiempo el Colegio vendió la casa de quinta original a particulares, y desde 1970 la mansión permanece en manos de la viuda Beatriz Miranda, quien la adquirió junto a su esposo Napoleón Huerta, un ex miembro de las Fuerzas Armadas del Ecuador. Fue Miranda quien, para no encontrarse sola durante las largas temporadas en que su marido era asignado a otras ciudades, decidió dividir el inmueble en cinco departamentos de mediano tamaño para que se mudaran algunos de sus parientes, aunque hoy se subarriendan a personas ajenas a la familia.
En 1907 Álvarez Gangotena encargó importantes arreglos al arquitecto italo-suizo Francisco Durini Cáceres, quizá el más renombrado del país en aquella época, que le confirió al edificio el sobrio aspecto neoclásico que ha llegado hasta nuestras días. Esta intervención y otros gastos exhorbitantes, hicieron que el propietario hipotecara sus propiedades y las perdiera el 29 de abril de 1912, cuando salieron a remate público en la escribanía de Luis Paredes Rubianes.
El Gobierno interino de Francisco Andrade Marín adquirió las propiedades de Álvarez Gangotena, y cedió la Quinta El Placer para trasladar el Colegio Normal Juan Montalvo, que había venido funcionando en un inmueble cercano a la Guaragua. En 1919 una nueva intervención, ordenada por el presidente Alfredo Baquerizo Moreno, sumó nuevos pabellones y determinó que el internado funcionaría exactamente en el lugar de la casa original, donde se encontraban aún los cuadros de generales independentistas que entonces adquirió Jijón y Caamaño, como ya se ha dicho arriba.
Con el tiempo el Colegio vendió la casa de quinta original a particulares, y desde 1970 la mansión permanece en manos de la viuda Beatriz Miranda, quien la adquirió junto a su esposo Napoleón Huerta, un ex miembro de las Fuerzas Armadas del Ecuador. Fue Miranda quien, para no encontrarse sola durante las largas temporadas en que su marido era asignado a otras ciudades, decidió dividir el inmueble en cinco departamentos de mediano tamaño para que se mudaran algunos de sus parientes, aunque hoy se subarriendan a personas ajenas a la familia.
Arquitectura
Ingreso a la Quinta desde la calle El Placer. Imagen: John Guevara, Diario PP El Verdadero. |
La mansión está implantada en la esquina noroccidental del pequeño terreno que quedó tras la continua desmembración de la quinta original, sobre una pronunciada pendiente. El acceso se realiza por una puerta de hierro forjado en hermoso estilo art-nuvó, ubicada al final de la calle Chile donde la vía curva para tomar el nombre de El Placer, desde la que se accede a una escalinata de piedra que salva la diferencia de alturas con el inmueble.
El visitante llega a una amplia terraza ajardinada y con piso de piedra que enmarca la estructura de lenguaje neoclásico que concibió el arquitecto Francisco Durini en la refacción de 1907. Una arquería da paso a un estrecho espacio cubierto que constituye el ingreso principal de la mansión, y que sostiene un segundo nivel de ventanas con forma de arco de medio punto rebajado, similares en anchura a las del piso bajo, que se abren hacia unos pequeños balcones con hermoso trabajo de hierro forjado, también de estilo art-nuvó.
Por el lado derecho de la terraza principal de ingreso, se accede a las escaleras que llevan al apartamento del segundo piso, y que constituyen una adición moderna que respetó el lenguaje historicista de la edificación. Es precisamente la fachada lateral del segundo piso la que se puede observar con mayor facilidad desde la calle, con su balcón cubierto, hoy convertido en descanso de la escalera, y los grandes ventanales cuadrados que rematan en un frontispicio triangular enmarcado por dos semicírculos.
En su interior, de acceso totalmente restringido, pues se trata de viviendas particulares, la mansión está conformada por 38 habitaciones repartidas entre los cinco departamentos, que ocupan cuatro patios en total, lo que deja notar su gran espacio interno en relación a lo que se puede ver desde la calle.
Entre las adecuaciones realizadas por la familia Huerta Miranda, actual propietaria del inmueble, se encuentra los techos de carrizo y estera que han sido reemplazados por planchas de madera, mientras que la piedra de la escalera fue recubierta con cerámica española. Una solitaria placa, colocada por el Consejo Provincial de Pichincha en el muro de conteción de la calle, es el único testimonio de la importancia histórica de esta edificación.
Galería
Bibliografía
- Jurado Noboa, Fernando (2004). "Casas, calles y gente del Centro Histórico de Quito", páginas 229-230. Quito: FONSAL, Editorial Trama.
- Ortiz Crespo, Alfonso; Peralta, Evelia (2004), "Ciudad de Quito: guía de Arquitectura", tomo II, páginas 205-206. Quito-Sevilla: Junta de Andalucía, Municipio del Distrito Metropolitano de Quito.
- Peralta, Evelia; Moya Tasquer, Rolando (2007). "Quito: Patrimonio Cultural de la Humanidad", página 100. Quito: Trama Ediciones, Ministerio de Relaciones Exteriores del Ecuador.
- Pérez Pimentel, Rodolfo (2004). "Diccionario Biográfico del Ecuador", tomos XV y XVII. Guayaquil: Universidad de Guayaquil.
- "La quinta El Placer fue el lugar ideal para descansar". Diario PP El Verdero, publicado el lunes 17 de febrero de 2014, Quito.