Mansión Romo-Leroux


Fachada esquinera de la Mansión Romo-Leroux (2021).
Imagen: Fotos de un Guambra.


Dirección: calles Vargas y Manabí, esquina
Sector: Centro Histórico
Año de construcción: 1925
Arquitecto: Pedro Aulestia Saá
Estilo: ecléctico (neoclásico, art-nouveau)
Premios: Patrimonio de la Ciudad
Uso actual: privado


Historia

Según el censo parroquial de 1768, el actual predio esquinero que ocupa la edificación de este artículo, estaba conformado por dos propiedades distintas, con casas de tipo virreinal. Para facilidad del lector, desglosaré la historia de cada una por separado, hasta el momento que pasaron a conformar una sola en la década de 1940.

La primera casa, en plena esquina, mediana y con entrada por la actual calle Manabí, pertenecía a la señora Ana Palacios, que vivía allí junto a su esposo y  otras veinte personas, entre criados, parientes y arrendatarios. Para 1797 había quedado en manos de su viudo, el prócer de la Revolución Quiteña Juan Pablo Barrezueta, y como la pareja no había tenido hijos, tras su fallecimiento alrededor de 1825, la propiedad pasó al doctor Prudencio Vásconez de la Vega.

Para 1833 parece que el propietario (o arrendatario, no está claro) de esta casa esquinera era José María Suárez de Falla, un comerciante de cincuenta años de edad que vivía allí junto a su esposa Gertrudis Alzamora y su hija María  Mercedes, quien crecería para convertirse en la madre del insigne arzobispo Federico González Suárez, padre de la historiografía ecuatoriana moderna y fundador de lo que hoy se conoce como Academia Nacional de Historia.

Posteriormente la casa fue adquirida por Baltazar Rendón y Oláis, que en 1860 la vendió a Ramona Tinajero, quien vivía allí con sus hijos, entre los que Teresa Álvarez Tinajero acabaría heredando la propiedad a finales de la década de 1890. La muchacha estaba casada con el general José María Sarasti, uno de los más importantes militares de la historia republicana del país, comandante de las fuerzas que en 1883 derrocaron a Ignacio de Veintemilla y su sobrina Marietta.

Cuando el matrimonio Sarasti-Álvarez tomó posesión de la propiedad, la casa tenía un primer patio rectangular, desde cuyo ángulo noroeste se accedía a otros dos patios posteriores y ubicados en el corazón mismo de la manzana, como lo muestra el plano de Gualberto Pérez en 1888. De igual forma, el plano de Highley en 1903 deja ver que el ingreso se encontraba ya en la calle Vargas. El general Sarasti compartía su tiempo de residencia entre esta mansión y su Hacienda Pitula, en el valle de Patate.

La Mansión vista desde la Plaza del Teatro,
en el extremo derecho de la fotografía.
Imagen: archivo de Luis Azuero Herrera.
En 1924 la casa fue vendida a Alejandro Romo-Leroux, hábil abogado y financista que amasó una considerable fortuna y, por un capricho del presidente Leónidas Plaza, había perdido su elegante residencia del Palacio Romo-Leroux, en La Mariscal. El nuevo propietario y su esposa, Edelmira Lasso Monge, mandaron a derrocar la mansión virreinal y contrataron al arquitecto quiteño Pedro Aulestia Saá para levantar el elegante edificio de lenguaje ecléctico que apreciamos en la actualidad, y que fue entregado un año más tarde.

En 1927 llegó desde Hamburgo (Alemania) la dama guayaquileña Piedad Guerrero Martínez, que acababa de enviudar del poeta y escritor César Borja Febres-Cordero, trayendo consigo la experiencia de sus cinco años viviendo entre la sociedad europea. Liberada de los prejuicios que el negocio tenía en Sudamérica, propuso al doctor Romo-Leroux alquilarle gran parte de la enorme casa en la que instalaría una pensión decente para los quiteños, a la que llamaría Pensión Borja y que incluso contaba con su propia línea telefónica.

En 1930 uno de los elegantes y amplios apartamentos que se crearon al interior del inmueble estaba alquilado a Miguel Ángel Dousdebés Andrade, administrador del famoso Hotel Metropolitano, ubicado en el Edificio Pérez Pallares de la esquina de la Plaza Grande, que viviría allí junto a su esposa Blanca Russeau y el primer hijo de ambos, José. Ese mismo año se tiene el dato de que aquí tenía su consultorio el doctor Miguel Andrade Calderón, uno de los primeros oftalmólogos de la ciudad.

En 1936 Romo-Leroux vendió el inmueble a los ambateños Hugo Holguín Herdoíza y su esposa Inés Albornoz Sánchez, quienes además de instalarse en uno de los apartamentos por largos años, continuaron arrendando el resto de la propiedad al próspero negocio de la Pensión Borja. Esta se había convertido en un centro social y político de la capital ecuatoriana, pues alojaba a figuras como el diputado socialista azuayo Carlos Cueva Tamariz (1938), o el escritor guayaquileño Wenceslao Pareja (1941).

La Mansión en la década de 1950, en el
extremo izquierdo de la fotografía.
Imagen: archivo de Luis Azuero Herrera.
Por otro lado, y en lo que se refiere a la segunda casa que acabó conformado el enorme predio esquinero actual, inicialmente de tamaño mediano, un patio y ya en plena Vargas, pertenecía en 1768 al herrero Alberto Albarracín y su esposa, con una tienda en la que funcionaba la zapatería de Pedro Narváez, que además vivía en el local junto a su mujer y seis hijos, como se acostumbraba en la época. En 1797 estaba en manos de Manuela Hurtado, que aún aparecía como su dueña en 1828 y vivía junto a otras once personas, aunque según el documento de venta de la casa vecina por el norte, parece que por 1808 estaba arrendada a Gregoria Salazar.

Para fines del siglo XIX pasó a manos de Manuela Granda., y en 1940 fue comprada por el doctor Alejandro Romo-Leroux para regalársela a la dama cuencana María Malo, con quien tenía tres hijos reconocidos que vivieron allí hasta 1945, aunque la casa continuó en manos de su madre y las habitaciones eran alquiladas a diferentes personas. Es precisamente de la década de 1940 que data la construcción del edificio actual, que se conjuga con la casa esquinera.


Arquitectura

Fachada oriental, calle Vargas (2021).
Imagen: Fotos de un Guambra.
La Mansión Romo-Leroux se ubica en un gran predio esquinero con dos frentes hacia las calles Manabí y Vargas, siendo este último el más largo y el que más destaca por la misma razón. Su estructura se levanta tres pisos desde el suelo y sigue los cánones del lenguaje ecléctico que tan de moda estuvo en Quito a inicios del siglo XX, y en el que el arquitecto Pedro Aulestia Saá se desenvolvía con tanta naturalidad.

Jerarquizado visualmente hacia la esquina redondeada, el edificio busca ser lo más simétrico posible pese a la notable diferencia de dimensiones entre los lados sur y oriental. El primer piso presenta un zócalo bajo de piedra, con vanos rectangulares que dan paso a las puertas y vitrinas de los locales comerciales, con excepción del volumen esquinero en el que se aprecia un ancho arco de medio punto. Los ingresos se cuentan en número de dos por cada lado, ubicados en volúmenes verticales almohadillados, bajo las losas de los balcones del segundo piso, que les sirve para jerarquizar y como cubierta contra los elementos del clima.

El segundo nivel, con vanos ubicados simétricos a los del nivel inferior, repiten la forma rectangular pero con un coronamiento de dinteles neoclásicos, luciendo además antepechos corridos e imitando moriscos. La excepción a dicha uniformidad la marcan los seis balcones con anchas puertas vidriadas, sostenidos sobre ménsulas meramente decorativas que repiten el diseño del antepecho y se ubican a un ritmo de dos espacios en la fachada sur, y tres en la oriental.

Es importante señalar que las ventanas de este segundo nivel, ubicadas en la casa adjunta por la fachada oriental, no presentan los dinteles decorativos sobre ellas para así poder mantener la misma altura de la moldura corrida que separa visualmente cada nivel, y que de otra forma se desfasaría debido a la inclinación ascendente de la calle Vargas.

Finalmente, el tercer piso presenta vanos con forma de arco de medio punto, dinteles escarzanos y el mismo tipo de antepechos del segundo nivel. Las ventanas ubicadas en los volúmenes de los balcones inferiores varían su forma por el arco rebajado debido al ancho, y finalmente el todo está rematado por una cornisa mensulada decorativa que recorre todo el edificio y oculta el techo de teja.

El interior está conformado por tres patios principales, el más grande de forma rectangular con acceso desde la calle Manabí, y dos más pequeños desde la Vargas; además de los tres traspatios en el corazón de la manzana que ya se apreciaban desde finales del siglo XIX. La casa adjunta, por su parte, posee su propio patio de tamaño mediano. Los acabados incluyen elegantes baldosas hidráulicas, ventanería cuadriculada, puertas talladas y decoraciones de yeso.


Galería

Las siguientes imágenes son cortesía de Fotos de un Guambra:





Referencias

  • Jurado Noboa, Fernando (2009). "Calles, casas y gentes del Centro Histórico de Quito", tomo VI. Quito: FONSAL.
  • Notas personales.

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