Palacio Gangotena


Dirección: calles Bolívar y Cuenca, esquina (Plaza de San Francisco)
Sector: Centro Histórico
Año de construcción: 1914 (sobre la mansión del siglo XVI)
Arquitectos: Antonino y Paolo Russo
Estilo: ecléctico
Premios: Premio Ornato 1920
Uso actual: hotel boutique


Historia

El Palacio Gangotena, actualmente también llamado Hotel Casa Gangotena, se encuentra ubicado en la esquina de las calles Bolívar y Cuenca, frente a la centenaria Plaza de San Francisco. Su historia se remonta al siglo XV, cuando existían construcciones incásicas alrededor de la plaza, una de ellas en el sitio mismo del actual predio ocupado por la mansión.

Tan pronto llegaron los españoles en 1534, muchas familias pudientes establecieron sus casas en los flancos de la antigua kancha aborígen, aunque no existen registros exactos de los primeros ocupantes de el que nos ocupa en éste artículo. Sin embargo, según señala Fernando Jurado Noboa, toda la cuadra en la que hoy se encuentra el palacio perteneció desde alrededor de 1580 al general andaluz Pedro Ponce de León y Castillejo, época en la que aparentemente la parte edificada se levantaba hacia la Plaza de San Francisco, mientras que el terreno al sur, colindante con la Plaza de Santa Clara, estaba ocupado por jardines e inmensos huertos.

La inmensa propiedad sería heredada por su hijo Francisco Ponce de León y Ribadeneira (1612-1679), casado con Felipa Pérez de Ubillús, que la heredaron a su vez a su único hijo de nombre Manuel, quien fue ennoblecido con el Condado de Selva Florida e hizo cambios importantes en la casa para hacerla más confortable; época de la que además data el nombre de Casa de San Miguel, al parecer por una talla de este arcángel colocada en la puerta de ingreso.

Posteriormente pasó a manos de su hijo Juan, y de él a las de su propia hija, Micaela Ponce de León y Villarroel (1705-1776), la tercera condesa, casada con José Guerrero y Peñalosa. A su muerte la propiedad y el título serían heredados por su hijo primogénito, Manuel Guerrero y Ponce de León (1723-1799), que además estaba casado con Mariana Sánchez de Orellana, quinta marquesa de Solanda. La pareja no tuvo hijos, por lo que sus títulos fueron heredados por sus parientes directos más cercanos: el marquesado por Felipe Carcelén, sobrino de Mariana; y el condado por Juan José, sobrino de Manuel.

Juan José Guerrero y Matheu no solamente fue el último conde de Selva Florida, sino que además podía presumir de ser también nieto por línea materna de los Marqueses de Maenza y que su estirpe era de las más nobles del territorio. Además, tras su participación militar y política en la Revolución Quiteña que tuvo lugar entre 1809 y 1812, se convirtió en prócer de la Independencia ecuatoriana.

El último Conde se casó con Juana Dávalos Borrero y tuvieron una sola hija, a la que llamaron Joaquina como la abuela materna, y que se convertiría en la única heredara de la inmensa fortuna de los otrora Selva Florida. Al parecer de esta época data la historia en la que un enamorado enfurecido intentó fallidamente incendiar la casa tras el rechazo de la propuesta matrimonial de -al parecer- esta joven, aunque no se tiene la certeza. Como veremos más adelante, esta no fue la única vez que el fuego amenazaría el inmueble.

Incendio de la Casa de San Miguel (1914).
Imagen: archivo personal.
Para el censo de 1833 Joaquina Guerrero y Dávalos ya estaba casada con el rico agroexportador cacaotero de origen guayaquileño, Juan Antonio Caamaño y Arteta, y el inmenso predio aún abarcaba toda la manzana, dividido en la mitad occidental para la casa principal y sus jardines, que daba a la actual calle Cuenca; y la mitad oriental en dos casas más que también pertenecían a la familia, una con frente a la Plaza de San Francisco y otra sobre la calle Benalcázar.

Es en esta época, coincidente con el nacimiento de la República del Ecuador tras separarse de la Gran Colombia, que la casa se convirtió en residencia presidencial, pues entre 1834 y 1839 fue arrendada al célebre Vicente Rocafuerte, segundo presidente del país. El contrato se firmó después de que el Primer Mandatario de origen guayaquileño intentara vivir en el Palacio de Carondelet, pero diría que aquella casa de Gobierno era un edificio vetusto, laberíntico y parecido a un gallinero.

A mediados del siglo XIX, y tras tres siglos de permanecer en manos de los descendientes del propietario original, la Casa de San Miguel fue vendida al rico terrateniente José Manuel Jijón y Carrión (1814-1887), casado en 1843 con Rosa Larrea y Caamaño (1827-1902). Los Jijón refaccionaron la casa en la década de 1880, e incluyeron en ella uno de los primeros cuartos de baño del país.

Según el plano de la ciudad levantado por Gualberto Pérez en 1888, para ese año el predio ya abarcaba solamente la mitad occidental de la cuadra, con vista hacia la actual calle Cuenca, entre Bolívar y Rocafuerte. Igualmente, la actualización del plano que hizo en los años subsiguientes, revela que la esquina hacia la Plaza de Santa Clara acababa de ser ocupada por la estructura de locales comerciales que existe allí hasta la actualidad.

Manuel Jijón heredó la casa a Dolores Jijón Larrea (1844-1914), su hija primogénita, que se casó con Víctor Gabriel Gangotena Posse (1843-1900). Poco antes del fallecimiento de la propietaria en 1914, un calamitoso incendio comprometió seriamente la estructura de la mansión colonial y fue declarada insalvable, por lo que en 1918 su hijo y heredero del inmueble, Enrique Gangotena Jijón, encargó la construcción de una nueva residencia de carácter palaciego a los arquitectos italianos Antonino y Paolo Russo.

Pila de bronce en la Plaza de La Merced.
Imagen: recopilación de Luis Azuero H.
La nueva y espléndida estructura tomó el nombre de Palacio Gangotena e inició una nueva etapa de existencia. Incluso el célebre genealogista e historiador Cristóbal Gangotena, hermano del ahora propietario, adquiriría para el jardín la bellísima fuente de bronce que había sido retirada de la Plaza de La Merced en la década de 1950, y permanecía embodegada en los talleres municipales; misma que puede ser admirada hasta la actualidad en el sitio.

Camilo Ponce Enríquez, presidente de la República entre 1956 y 1960, que estaba casado con Dolores Gangotena, visitaba frecuentemente a sus suegros en esta casa y, en alguna ocasión, llegó a utilizar los salones para sus reuniones de Estado debido a que el Palacio de Carondelet se encontraba en reconstrucción, así como para las del Partido Social Cristiano que él mismo había fundado y con el que logró llegar a la presidencia.

Posteriormente la casa fue heredada por una de las hijas de Gangotena, de nombre María Sofía Gangotena Jijón, época en la que Quito entró en un acelerado crecimiento urbano que llevó a muchas familias a mudarse hacia los sectores de La Mariscal y La Floresta, al norte de la ciudad; mientras varias de las señoriales casas del Centro Histórico fueron abandonadas o arrendadas para viviendas más modestas con ocupación por habitaciones, lo que aceleró su proceso de deterioro, entre ellas el propio Palacio Gangotena.

Pensando en la recuperación del palacio se creó la Fundación María Gangotena de Mancheno, que en 1997 entregó el inmueble en comodato a la Universidad San Francisco de Quito para la instalación de un museo de arte e historia, proyecto que no llegó a materializarse. Posteriormente la familia se asoció con un grupo de empresarios turísticos para convertirlo en un hotel de lujo, restauránolo completamente y abriendo sus puertas al público con el nombre de Hotel Casa Gangotena, que actualmente es considerado el mejor del país y uno de los más exclusivos del continente.

Arquitectura

Detalle de la fachada hacia los jardines.
El palacio es una mansión señorial de estilo ecléctico que mezcla las corrientes neoclásica, neorenancentista y el art-nouveau, ganadora del Premio Ornato en el año 1920. Está construido en tres pisos de altura e implantado en un terreno esquinero jerarquizado hacia el noroccidente, formado por tres cuerpos alrededor de un patio, formando una herradura. Los dos cuerpos laterales están vinculados hacia el lado sur por un puente formando por una arcada neoclásica en la planta baja, una galería-corredor en el segundo piso y una azotea en el tercero, generando una conformación perfectamente cuadrangular del patio interior.

En la fachada frontal, que se expone hacia la plaza, se encuentra el acceso principal que conduce al interior del edificio a través de un alto zaguán con arcos de medio punto, cornisa, capiteles y cielo rasos. Hasta finales del siglo XX la planta baja estaba dominada por áreas comerciales que daban hacia la calle y, en el interior, por locales de servicio como bodegas, cocinas y habitaciones de empleados. Una escalera de gran magnitud lleva a los dos pisos siguientes, donde se encontraban los ambientes habitables, distribuidos a través de un corredor central que unía los tres cuerpos que conforman la edificación.

Los salones de recepción, biblioteca, oratorio y salas de estar se encontraban orientados hacia el lado de las calles, aprovechando de esta manera la vista hacia San Francisco. Los dormitorios y habitaciones privadas de la familia, por su parte, se encontraban hacia la fachada interna de la estructura, con vista hacia el patio central. Los espacios a los que se accedía desde el corredor estaban comunicados entre sí por puertas laterales, con el objetivo de mantener el estilo colonial de las casa quiteñas.

Los trabajos de renovación iniciados en la década del 2000, con miras a su transformación en hotel, estuvieron bajo la dirección del arquitecto Pedro Jaramillo. Se puso especial interés en mantener los elementos originales del palacio como pisos taraceados y estucados decorativos, aunque se debió hacer algunos cambios para adaptarlo a sus nuevas funciones. Las adiciones incluyeron, entre otras, cuartos de baño de mármol blanco en cada habitación, ventanas a prueba de ruido, ascensores y aire acondicionado. La estructura tenía una tipología de habitaciones estructuradas en torno a una pasarela que recorría el palacio en casi toda su extensión, lo que facilitó su adaptación al esquema de un hotel sin que se produzcan mayores cambios.

Por su parte, el encargado del diseño interior fue Diego Arteta, quien procuró mantener los elementos originales de la decoración del palacio, a través de la utilización de materiales que concuerdan con su opulento pasado, restaurándose los estucos de yeso y las molduras de las paredes, así como los techos originales de latón.

Galería

El palacio visto desde la Pila de San Francisco.



Detalle de la pila de bronce de la Plaza de La Merced,
adquirida por Cristóbal Gangotena para los jardines.
Uno de los salones del palacio antes de la restauración.
Imagen: archivo personal.

Referencias


  • Jurado Noboa, Fernando (2009). "Calles, casas y gente del Centro histórico de Quito", tomo V, pp. 311, 314, 316-318. Quito: FONSAL.
  • Jurado Noboa, Fernando (2012). "Calles, casas y gente del Centro histórico de Quito", tomo XI, pp. 46-47. Quito: Instituto Metropolitano de Patrimonio.
  • Azuero, Luis. "La pila de bronce de la plazoleta de La Merced", publicado el 20 de febrero de 2019 (recuperado de Facebook).
  • Alvarado Dávila, Mauricio. "Genealogía de Ecuador: los orígenes de los ecuatorianos" (recuperado de Geneanet).
  • Crespo Ortiz, Alfonso; Peralta, Evelia; Moreira Viteri, Pablo (2004). "Ciudad de Quito: guía de arquitectura", volumen II,  pp.172-173. Quito-Sevilla: Junta de Andalucía.
  • Peralta, Evelia; Moya Tasquer, Rolando (2007). "Guía arquitectónica de Quito" p.100. Quito: Trama Ediciones.

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