Palacio de Selva Alegre (desaparecido)

El Palacio de Selva Alegre original, alrededor del año 1915. Imagen: Recopilación de Luis Azuero.

Dirección: calles Guayaquil y Espejo, esquina
Sector: Centro Histórico
Año de construcción: siglo XVI, reconstrucción siglo XX
Arquitecto: desconocido (siglo XVI), Francisco Durini Cáceres (siglo XX)
Estilo: colonial hispano (original), neoclásico (siglo XX)
Premios: ninguno
Uso actual: desaparecido, en su lugar una plaza pública.


Primeros propietarios

Según el cronista Juan López de Velasco, en 1534 el cuadrante suroriental de la manzana en la que se encontraba el Cabildo había sido destinado a huerta de esa institución, y desde la fundación de la ciudad española el solar habría tenido la misma extensión que hoy ocupa la Plaza Chica. El historiador Fernando Jurado Noboa sostiene que alrededor de 1640 el terreno de la huerta habría pasado a manos de José López de Alcócer y Espinoza, que construyó allí una mansión de dos pisos, arrendando uno de los locales de la calle a la pulpería de Pedro Álvarez de la Fuente.

En 1684 el clérigo José de Alcócer, hijo del anterior, vendió la casa al cuencano Pedro de Aguilar y Parra por 7890 pesos de la época. Éste se la heredó a su hija Ana de Aguilar de la Parra, en cuyo testamento señaló que la puerta principal de su mansión daba a la Calle del Comercio (actual Guayaquil), y empataba por detrás con la Cárcel Común de la ciudad. En 1706 el vasco Cristóbal de Jijón Oronoz tenía una tienda en los locales bajos de la casa, pero al no querer continuar manejándola contrató a Gabriel Villaín de Valdés para administrarla, pagándole un muy buen salario de 300 pesos anuales.

A inicios de la década de 1750 la mansión fue vendida por los herederos de Ana de Aguilar de la Parra al matrimonio González Yerovi, y alrededor de 1758 los cuatro hijos de aquel enlace la vendieron a su vez a Nicolasa de Santa Coloma y Gondra, pues ese mismo año la mujer ya declara tener su casa en las Cuatro Esquinas (Guayaquil y Espejo).

La Mansión Larrea y Santa Coloma

Nicolasa de Santa Coloma y Gondra había nacido en la ciudad de Panamá (1708) y se había trasladado a Quito cuando su padre, el Gral. Gaspar de Santa Coloma, fue nombrado Corregidor de la Ciudad. El 29 de mayo de 1730 contrajo matrimonio con el viudo Pedro Ignacio de Larrea-Zurbano y Dávalos Sotomayor, con quien tuvo doce hijos. Rosa de Larrea-Zurbano y Santa Coloma, la tercera de sus vástagos, se casó en 1761 con el granadí Juan Pío de Montúfar y Frasso, que en 1747 se convertiría en el primer titular del Marquesado de Selva Alegre, otorgado por el rey Fernando VI de España. En 1757 Montúfar y Frasso se convertiría, además, en Presidente de la Real Audiencia de Quito, época en la que reformó y amobló el Palacio Real de la Plaza Mayor.

Los primeros Marqueses de Selva Alegre no tuvieron una extensa prole, pues no se los permitió la temprana muerte de Rosa, que falleció el 5 de agosto de 1761 (28 años) tras el alumbramiento de su cuarto hijo, Joaquín. Poco tiempo después fallecía también el Marqués viudo, dejando a los pequeños niños Montúfar huérfanos y bajo la custodia de sus abuelos maternos: Pedro Ignacio y Nicolasa, por lo que pasaron a vivir en la Casa de las Cuatro Esquinas junto a ellos.

En 1774 el primogénito de los hermanos Montúfar, llamado Juan Pío como su padre, cumplió 16 años y se hizo cargo de sus hermanos y parte de la fortuna familiar que había heredado, por lo que se mudaron de la casa de los abuelos a la Hacienda Cochicaranqui, en la actual provincia de Imbabura.

El Palacio de Selva Alegre

El palacio y la casa adjunta por el norte.
Imagen: recopilación de Luis Azuero.
Alrededor de 1776 murió la abuela Nicolasa, que era viuda desde 1767, y le heredó la Casa de las Cuatro Esquinas a su hermana de sangre Polonia de Santa Coloma y Gondra. En 1775 el joven Juan Pío contrajo matrimonio con su prima segunda Rosa de Larrea-Zurbano y Villavicencio, originaria de Riobamba, con la que tuvo a su primogénito Javier el mismo año. En 1777 nacía su segundo vástago, de nombre Juan José y que lamentablemente no viviría más allá de los dos años de edad, nombrando como madrina del infante a su tía-abuela Polonia, que por no tener herederos tras el fallecimiento de su único hijo en 1758, les regaló la Casa de las Cuatro Esquinas.

En la mansión, ahora palacio gracias a que sus habitantes eran nobles titulados, vivían el propio marqués Juan Pío junto a su esposa Rosa y sus seis hijos: Javier (1775-1853), Juan José (1777-1779), Carlos (1780-1816), Joaquín (1782-1850), Rosa (1783-1869) y Juan (1787-1788). Además, también residía en la casa su cuñado Francisco Javier de Larrea-Zurbano y Villavicencio junto a su esposa, Josefa Egüez y Moncayo, que en 1784 tuvieron un hijo de nombre Manuel Antonio pero que moriría solo cuatro años después. Otros habitantes de la casa, y en distintas épocas, fueron la amiga de la joven Rosa y futura heroína de la Independencia, María Ontaneda y Larraín, el jurista y científico payanés Luis Quijano Valencia y su escribiente Juan Tapia, Manuela Barrotieta, y tres esclavos que llevaban el apellido Montúfar: Ángela, Baltazara y Basilio.

Después de algunos años de trámites, en 1786 Juan Pío accedió al título de marqués y al cuantioso Mayorazgo de Selva Alegre que habían pertenecido a su padre. Al año siguiente adquirió la casa contigua a la suya por el lado norte (calle Guayaquil) para instalar allí a su hermano Joaquín y que así las mujeres de la familia pudieran ayudarlo en la crianza de su única hija: María Mercedes de Montúfar y Larrea-Zurbano-Yerovi, pues la madre había muerto en el parto. Al crecer, la mencionada niña cambiaría su apellido por el de Freire-Montúfar para así poder heredar el Mayorazgo de Cochasquí, que le venía por su abuela materna María Josefa Freire y Ormaza. La citada casa adjunta aún se encuentra en pie, y es ocupada por alguna dependencia del Municipio Metropolitano de la ciudad.

Sin duda por su gran tamaño, opulencia e ilustres personajes que residían o visitaban la mansión, el Palacio de Selva Alegre se convirtió en la mejor casa de la ciudad. En la magnífica galería del segundo piso existía una colección de cuadros pintados en 1797 por el célebre Manuel de Samaniego y sus discípulos, poseía una nutrida biblioteca considerada la mejor de carácter civil en toda la Audiencia, y además, tenía al menos cinco tiendas hacia la actual calle Espejo, donde se vendían los productos que se producían en las docenas de haciendas de la familia.

Siendo Montúfar un actor principal del movimiento ilustrado que se apoderaba de la ciudad y derivaría en el largo proceso independentista quiteño, el Palacio de Selva Alegre era escenario de varias reuniones de la Escuela de la Concordia, que existió entre 1791 y 1794 y estuvo presidida por el propio Eugenio de Santa Cruz y Espejo, amigo personal del marqués. En una de aquellas reuniones se planeó el movimiento de las banderas rojas que aparecieron sobre cruces públicas con mensajes independentistas en octubre de 1794.

Como punto de encuentro de la alta sociedad de la época, los Montúfar ofrecían en su mansión espléndidos bailes y banquetes, uno de los más recordados para despedir al barón Alexander Von Humboldt en 1802, después de que aquel había sido invitado de la casa por una larga temporada de su viaje científico alrededor del mundo.

En una de las habitaciones del palacio murió en 1807 el barón Luis Héctor de Carondelet, presidente de la Real Audiencia desde 1799 y gran amigo de Juan Pío Montúfar, con quien compartía el pensamiento ilustrado y al que había convertido en su más importante consejero de Estado. Su cercanía a Carondelet le permitieron al Marqués dar consejos de avanzada, como la construcción de un camino rápido desde la capital hacia la Costa de Esmeraldas (que se haría realidad con el Camino de Malbucho), el derecho de los quitenses al libre comercio, la fundación de una nueva imprenta en la ciudad, entre muchas otras.

El palacio después de los Montúfar

Después de su activa participación en el fallido movimiento independentista quiteño (1809-1812), el marqués Juan Pío fue llevado a España para ser juzgado y allí moriría en 1819, con lo que el título pasó a manos de su hijo Joaquín, el único realista declarado y que había vivido en la península por largos años. Las propiedades vinculadas en el Mayorazgo, sin embargo, no le pertenecerían debido a que el año siguiente se aprobó la Ley Desvinculadora para evitar los monopolios de terratenientes.

En Quito, varias propiedades fueron heredadas por los únicos hermanos sobrevivientes en la Audiencia: Javier (1ero) y Rosa (5ta). El palacio y la casa anexa por el norte pasaron a manos de Rosa, que en 1820 vendió la casa pequeña al doctor Mariano Miño Valdés. Para 1840, y según el censo de aquel año, en el Palacio de Selva Alegre vivían el general Vicente Aguirre Mendoza y su esposa, Rosa de Montúfar, que estaban casados desde 1815.

Para el año 1894 la casa tenía cuatro tiendas que miraban hacia la calle Espejo: Mercaderías de Josefa Villavicencio, Almacén del ambateño Daniel Moscoso, Almacén de Pedro Flores y la Cantina de Feliciano Checa Borja, este último lugar de reunión de la alta sociedad de la época.

A inicios del siglo XX el palacio habría pasado presuntamente a manos de su primogénito Carlos Aguirre de Montúfar, que estaba casado con Virginia Klinger Serrano, de quien se dice (sin confirmación de ningún tipo) fue amante del emperador Napoleón III cuando aún era soltera y residía en París. Carlos Aguirre habría heredado la mansión a su única hija, Virginia Aguirre Klinger y su esposo Francisco Barba Jijón, abuelos entre otros de la conocida filántropo María Augusta Urrutia y Barba. De allí la propiedad habría pasado al tercer hijo de la pareja, Alfonso Barba Aguirre, época en la que la casa tendría tres pisos.

El Palacete de Selva Alegre, convertido en sede del
Banco de Préstamos poco antes de ser derrocado (1961).
Alfonso Barba terminaría vendiendo el inmueble el 7 de noviembre de 1924 a la Compañía de Préstamos y Construcciones (después Banco de Préstamos), por la suma de 163.000 sucres. La nueva entidad propietaria ordenó la reconstrucción de la mansión al arquitecto italo-suizo Francisco Durini Cáceres, el más afamado del país en aquella época. La nueva imagen del edificio pasó a ser del característico neoclásico de Durini, trasladando el centenario ingreso de la calle Guayaquil a la ochava esquinera en el encuentro con la Espejo, jerarquizada por un balcón profusamente decorado y sostenido por las esculturas de dos atlantes. Hacia 1931 las tiendas del exterior estaban ocupadas por la Compañía Sueca de Fósforos, el Estanco de Fósforos, la Imprenta Fernández y la The Guayaquil and Quito Railway Company.

El palacete fue derrocado en 1962 por orden del entonces Alcalde de la ciudad, Julio Moreno, que tenía proyectado construir un gran Palacio Municipal en toda la cuadra. Moreno derrocó otras casas históricas con frente hacia la Plaza Grande, que también estarían destinadas a formar parte del complejo; sin embargo, el reclamo airado de la sociedad quiteña evitó que se terminara de tirar las casas del sector nororiental de la manzana. En el proceso fueron rescatadas las dos esculturas de atlantes que habían sostenido el balcón principal del edificio construido por Durini, fueron unidos por la espalda y colocados sobre una base en la plazuela de ingreso al Estadio Olímpico Atahualpa, donde pueden ser admirados en la actualidad.

El proyecto del nuevo Palacio Municipal permaneció detenido por varios años, hasta que se materializó con un estilo modernista en el año 1973, durante la alcaldía de Sixto Durán Ballén. En el nuevo plan, el terreno que otrora había pertenecido a los Marqueses de Selva Alegre, fue finalmente destinado a convertirse en un espacio público con el nombre de Plaza Chica (como contraposición de la cercana Plaza Grande). Hoy, la plaza es hogar del monumento al monseñor Federico González Suárez, padre de la historiografía ecuatoriana moderna.

Galería



Plaza Chica, con el monumento a González Suárez. Diario La Hora (2015).

Referencias

  • Beerman, Eric (1987). "Marqueses de Selva Alegre: Héroes de la Independencia ecuatoriana", páginas 113-122. Madrid: Revista Hidalguía, año XXXV, número 200.
  • Guzmán, José Alejandro (1957). "Títulos nobiliarios en el Ecuador". Madrid: Imprenta Juan Bravo.
  • Cevallos Romero, Alfonso Eduardo; Durini Ramírez, Pedro (1990). "Ecuador Universal: visión desconocida de una etapa de la arquitectura ecuatoriana". Quito: GRAFICSA.
  • Jurado Noboa, Fernando (2004). "Casas, calles y gente del Centro Histórico de Quito", tomo II, páginas 66-87. Quito: FONSAL, Editorial Trama.

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