Casa de los Presidentes

Fachada de la Casa de los Presidentes, hacia la Plaza Huerto San Agustín.
Fotografía: Héctor López Molina (2016)

Dirección: calle Mejía y Guayaquil
Sector: Centro Histórico
Año de construcción: alrededor de 1890
Arquitecto: Juan Pablo Sanz
Estilo: historicista (neoclásico)
Uso actual: municipal


Muchos la ven en su diario transitar por la calle Guayaquil, a la altura en la que se cruza con la Mejía; otros apenas la observan de reojo cuando el Trolebús pasa por su costado, de manera rápida en su camino hacia la parada Plaza Chica; y otros tantos la contemplan desde la Plaza Huerto San Agustín como parte del entorno de este espacio. Sin embargo, el común denominador de la gran mayoría es que desconocen la importancia histórico-política que tuvo esta casa durante mediados del siglo XX, y por eso aquí la abordamos.

Historia

Recepción de inauguración de la casa como Residencia
Presidencial, en octubre de 1928. Al centro del Gran Salón,
ricamente decorado en estilo francés, se aprecian a Isidro
Ayora Cueva y su esposa, Laura Carbo Núñez, a su izquierda.
Durante siglos, el terreno donde hoy se levanta el inmueble formó parte de la huerta del convento de San Agustín, al menos hasta finales del siglo XIX cuando fue abierta la calle Mejía durante la alcaldía de Francisco Andrade Marín, y los agustinos vendieron los solares que habían quedado separados de los terrenos conventuales hacia el lado norte de la nueva vía.

La propiedad consta de dos solares hacia la calle Mejía, que fueron adquiridos a los agustinos por Nicolás Ribadeneira alrededor de 1880, cuando la vía fue abierta. A inicios de la década de 1890 Ribadeneira vendió los terrenos a León Villavicencio Rojas y su esposa, Concha Álvarez Tinajero, que inmediatamente encargaron la construcción de la actual mansión al arquitecto quiteño Juan Pablo Sanz, quien con el francés Jean Baptiste Mandeville se habían convertido en los más célebres de la época, e introdujeron el estilo imperio en el país.

Posteriormente, la casa pasó a manos de la hija de la pareja, Victoria Villavicencio de Guarderas-Lasso, cuyas hijas vendieron la casa en 1928 al Gobierno de Isidro Ayora, que la adquirió para convertirla en residencia presidencial debido a la incomodidad que presentaba el Palacio de Carondelet en aquella época, y a la lejanía de su propia casa, ubicada al final del parque La Alameda. El Presidente hizo comprar fino mobiliario de estilo francés al coleccionista Pacífico Chiriboga Gangotena.

Isidro Ayora vivió en la mansión de octubre de 1928, cuando celebró una recepción de inauguración del inmueble, hasta 1931. Sin embargo, su sucesor, Juan de Dios Martínez Mera, no la ocupó y prefirió arrendar una casa en la esquina de las calles Venezuela y Olmedo. Abelardo Montalvo, presidente de la República encargado, residió en la mansión durante todo su Gobierno, de 1933 a 1934.

El polémico José María Velasco Ibarra prácticamente gobernó desde esta mansión a lo largo su primer periodo presidencial, que inició en 1934 y terminó con su derrocamiento en 1935. Durante el primer velasquismo, vivió también en la casa la madre del primen mandatario, doña Delia Ibarra Soberón de Velasco, que solía acudir a las sesiones de Gabinete que se celebraban en los salones de la residencia a las nueve de la mañana, vestida de manera muy sencilla para la época, como si estuviese entre amigos y no diplomáticos.

Tras la caída de Velasco Ibarra, el nuevo residente de la casa presidencial fue Antonio Pons, encargado del poder entre agosto y septiembre de 1935. El último mandatario ecuatoriano que ocupó la mansión fue Federico Páez, jefe supremo de la República nombrado por la Junta de Oficiales de la Guarnición de Quito, y que gobernó el país entre 1935 y 1937.

El sucesor de Páez, el general Alberto Enríquez Gallo, decidió no vivir en la Residencia Presidencial, sino en su propia casa del barrio La Recoleta, y poco tiempo después la mansión fue convertida en sede del Ministerio de Previsión Social, dando fin a una década de fastuosa ocupación presidencial del inmueble.

En 1992, durante el mandato de Sixto Durán-Ballén, el Estado hace la respectiva donación de la mansión al Municipio de Quito, que la restaura para albergar varias dependencias municipales, actualmente de la Dirección de Educación y Cultura.

Arquitectura

Patio central de la casa, visto desde el corredor occidental del
segundo piso. Se aprecia el techo de policarbonato y el piso a
desnivel en la parte más baja de la casa. Imagen: propia (2017).
La casa pertenece al estilo neoclásico más sencillo, con pocas decoraciones exteriores. El piso bajo se asienta sobre un zócalo de piedra que va salvando el desnivel de las dos calles que le hacen esquina, sobre este una pared con almohadillado hasta una pequeña cornisa que la separa del segundo piso, de paredes lisas y rematado por una fuerte cornisa. Los vanos de las ventanas se reproducen de manera simétrica en los dos niveles, con un dintel decorativo en las del piso alto.

El ingreso al inmueble, ubicado a mitad de la fachada hacia la calle Mejía, da paso a un pequeño vestíbulo con techo ricamente decorado en latón que se abre por un costado hacia las escaleras del segundo piso, y por el frente hacia el patio central de la edificación que, debido al desnivel del terreno, no solo se alza los dos niveles que se observan desde el exterior, sino que presenta uno adicional hacia abajo, al que se accede por una pequeña escalera ubicada justamente frente al zaguán.

El primer piso recorre el rededor del patio con amplios corredores a los que se abren las habitaciones, antiguamente utilizadas para las dependencias de servicio. Las columnas que sostienen las crujías del segundo piso son de piedra, y entre ellas se encuentran barandas de hierro sencillas. Las escaleras de madera, algo estrechas para la costumbre de la época, se levantan hasta media altura del primer piso, donde hay un rellano, y retornan hasta alcanzar el nivel superior.

El segundo piso, donde otrora se encontraban las áreas más importantes de la casa, se distribuye igualmente alrededor de corredores que miran al patio central, con pilares de madera que sostienen el techo de teja, barandillas de madera en tres costados, y de hierro ricamente trabajado en el corredor del lado norte. El Gran Salón, ubicado en este nivel y con vista hacia la calle Guayaquil, es hoy ocupado por oficinas de concepto abierto.

Un volumen moderno ha sido adosado a la casa por su lado oriental, bastante amplio e iluminado, se une a la vieja estructura a través de corredores en los dos niveles. Finalmente, y como otra adición moderna, un techo de policarbonato impide el paso de la lluvia pero deja pasar la luz solar para iluminar el edificio durante el día.

Galería

Vestíbulo de ingreso, detalle del techo de latón francés.
Imagen: propia (2017).

Escalera principal, al lado derecho el vestíbulo
de ingreso. Imagen: propia (2017).

Vista del segundo piso, desde la esquina noroccidental.
Imagen: propia (2017).

Detalle de las barandillas de hierro, en el corredor norte del
segundo piso. Imagen: propia (2017).

Detalle del techo en una de las habitaciones
con vista a la calle Mejía. Imagen: propia (2017).

Gran Salón de la casa, visto hacia el sur.
Imagen: propia (2017).

Gran Salón de la casa, visto hacia el norte. Imagen: propia (2017).

Detalle del techo de latón en el corredor norte del primer piso.
Imagen: propia (2017).

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